“SERÁ COMO AQUELLA CANCIÓN…”

O “La nostalgia ochentera (y noventera)”

            La historia de esta canción de Los Piratas no tiene desperdicio. Nació de la venganza. Fue una imposición de la discográfica que no creía que el disco Ultrasónica tuviera un single lo suficientemente radiable. Y ahí que se puso Iván Ferreiro a gestar la mayor mierda (no es opinión mía, que le pregunten a él) que se le pudiera ocurrir. Frases inconexas, melodía pegadiza, trozos de otras canciones. Y resulta que, como a menudo sucede en la ciencia (la viagra era una remedio para la angina de pecho) o en la vida (ese inesperado milagro que puede ser tu hermano pequeño), en el arte también algunas veces del error surge la singularidad. La canción se convirtió en himno, su mayor éxito. Y la odiaron. Y dejaron de tocarla. Pero ocurrió que años después el vigués oyó su propia canción en un concierto de Amaral y se emocionó. Tuvo que distanciarse de ella y oírla en otros labios para volver a enamorarse o, tal vez, hacerlo por primera vez. Tanto que incluso volvió a grabarla. Lo mismo pasa en cierto modo con la época que nos marca. Mientras la vivimos ansiamos el futuro pero, en la distancia, volvemos a amarla. Eso es la nostalgia.

            Yo no me escondo: soy una nostálgica empedernida. Y mi nostalgia es ochentera porque es la década que me vio nacer, pero también noventera porque es la que me vio crecer y convertirme en lo que soy. Lo que vivimos en nuestra infancia y juventud se nos queda grabado como no lo hará nada en el resto de nuestra vida. No en balde, la neuroplasticidad de nuestra memoria está en pleno apogeo en esos primeros años, creando conexiones que pasaremos el resto de la vida destruyendo. Esos recuerdos se graban más fuerte por ser descubridores de emociones. Por ejemplo, tengo mucho más presente el momento en el que desperté a la música que mi último concierto. No sé los años que tendría, pero no debía pasar de diez. Mi hermano mayor y yo nos quedamos a dormir en casa de unos primos, o acaso son ellos los que se quedan a dormir en la nuestra. Uno de los primos, creo que Nachete, pone una cinta en el radiocasete. Empieza a sonar The Final of Countdown. De inmediato la guitarra se me mete en el cerebro y la batería en el corazón. A partir de ahí, soy capaz escuchar esa canción en bucle una y otra vez sin cansarme. Aunque hubiera escuchado música antes (Camilo Sesto en la minicadena de la cocina, Iron Maiden al otro lado de la pared del cuarto de mi hermano, rancheras en el radiocasete del coche en los viajes de verano a Galicia), ese es mi primer recuerdo consciente. El despertar a la emoción por la música y al entendimiento de lo que ésta puede llegar a significar. Esas sensaciones sólo se viven una vez y es difícil que después algo te marque de la misma forma. Por eso la nostalgia de lo que llamamos nuestra época es la más potente de todas.

            Europe es de mi época, y también los columpios dónde te podías abrir la crisma y, de hecho, te la abrías. De mi época son los pañuelos anudados en la muñeca y los chinitos de la suerte. Si la tuya es anterior, puede que sean los sencillos de vinilo o las sesiones de cine matinales. Si es posterior… Bueno, ahí no te puedo ayudar. Para mí los dos mil son una nebulosa. Tendrás tus recuerdos, como todo el mundo, pero ¿cómo se puede amar una época que, en principio, abarca mil años? Cuando estábamos en los noventa, lo podíamos decir escueto: “Estamos en los noventa”, pero en el dos mil nos obligamos a enunciar un siglo: “En pleno siglo XXI”. Hombre, eso es como decir: “En pleno planeta Tierra”. Es una época sin nombre, o con uno demasiado largo. A esas mismas décadas del siglo pasado la llamamos “principios de siglo”. Yo nací en el ochenta y uno, pero alguien que haya nacido en este siglo tendrá que decir que nació en el dos mil cinco. Cuatro cifras. ¿Soy la única a la que eso le rechina los dientes? No, en serio, bromas aparte, los recuerdos que atesores tuyos son y nadie te los podrá quitar. Eso es lo bonito de la nostalgia, que puede ser ochentera, noventera o dosmilera.

            Y como buena nostálgica, me siento como pez en el agua con este resurgir vintage, y al mismo tiempo lo veo con suspicacia por ser de lo más conveniente. Conste que estoy encantada con tanto pantalón de tiro alto y tanto cover de la movida pero, si vamos al origen, vemos que justo antes de la crisis había tanta abundancia que empezamos a comprar cosas como locos. Y para hacer sitio a todas esas cosas, tiramos lo viejo. Es cíclico en cada generación, pero a nosotros nos tocó vivir la burbuja, dónde había de todo para todos. Creamos la obsolescencia programada y las camisetas de tres euros. Luego vino el batacazo y tuvimos que apañarnos con lo que teníamos. Para los curtidos en hogares con un solo sueldo y familia numerosa la burbuja fue sólo una etapa efímera, pero la hostia dolió. Entonces, para no sentirnos de menos, empezamos a poner de moda restaurar muebles de la basura, llevar ropa de segunda mano y recuperar la vajilla que la abuela tenía guardada en la gatera desde que le regalaste por Navidad esa tan cuqui de Ikea. El auge del ecologismo (mitad moda, mitad evolución humana pura y dura) hizo el resto. Se acabó eso de comprar bolsos de nueve noventa si puedes volver a usar el que tu madre llevó cuando estaba embarazada de ti. Que, por cierto, si todavía está en buen estado por algo será.

            La nostalgia es un sentimiento traicionero que te obliga a despreciar en cierto modo el espíritu de la época actual, ninguneándolo en pro del auténtico, del tuyo, de tu época. Pero vamos a vivir cien años, presumiblemente, y como no estoy segura de que la mente esté preparada para ello, más nos vale preparar el alma.

            Amaré siempre los ochenta y los noventa y los echaré de menos, pero procuraré seguir buscando lo que haya de bueno y puro en cada época para soportar los dos mil hasta que consigamos ponerles un nombre mejor.

            Como dice Rodrigo Cortés, estamos hablando del pasado, y el pasado siempre es otro lugar.

2 comentarios en ““SERÁ COMO AQUELLA CANCIÓN…””

  1. Jolín Diana hacía tiempo que no me leía un post hasta el final, has conseguido que casi me salte la parada de tren….
    ¿será porque nací en el 80?¿tendrá algo que ver la EGB?
    Un saludo
    Juanma

    1. Jajajaja Es el poder de la nostalgia, Juanma. Somos de la misma época y esa conexión resuena de una forma poderosa.

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